A menudo mucha gente se pregunta o más bien se quejan de nuestro género musical preferido y esto se puede deber a dos cosas a la falta de capacidad para entender el arte de la armonía de diversos estilos de música, ese empobrecimiento interior, se va convirtiendo en una característica irreparable de nuestra sociedad y por ende lo bello queda oculto a los oídos de quienes no buscan el verdadero significado de las canciones, juzgándolo sin estar dispuesto a reflexionar sobre el sentido y la finalidad existencial de éste, creando un vacío y dando como resultado la vulgar y simplista opinión del “No me interesa” o “¿Esto es música?”. Un argumento fuerte pero innato de quien ha nacido ciego e intenta describir un arcoíris. Pero basta de acción poética, para continuar con lo que significa para nosotros aquel estilo de música.
En realidad “indie” o “alternativo” no definen un estilo musical por el ritmo base o los instrumentos con los que se toca, más bien es una especie de etiqueta que puede agregarse a cualquier género, pues significa que en teoría este artista no pertenece a un gran sello, por lo tanto su música es realmente su creación y no lo que el manager dijo que se vendería.
¿Alguna vez vieron Escuela de Rock? en esta comedia familiar Jack Black, un fracasado rockero que se hace pasar por maestro sustituto en una primaria, les enseña a sus alumnos como la industria ha hecho que la música pierda lo auténtico y la ha vuelto un producto. Personalmente creemos que la música indie intenta recuperar esa genuinidad. No vamos a decir que a los músicos independientes no les interesa ganar dinero ni que son lo más alejado del materialismo, pero les preocupa conservar esa autenticidad lo suficiente para no dejarse llevar únicamente por lo que más se vende en el mercado, sino que comparten lo que realmente les gusta y cada día hay nuevas propuestas.
¿Por qué escuchamos música? Algunas personas cuando se suben al coche ni siquiera notan si hay música en la radio. Pero nosotros no podríamos imaginar una peor realidad que un mundo sin música.
Recuerdo que una vez leí en un libro que el corazón era mudo como un pez, por más que intentaramos ponerle palabras a lo que sentíamos. Pero cada vez que escucho una canción que realmente me agrada creo lo contrario. La música nos transporta, no es sólo una acompañante, sino una compañera que cada vez que necesitamos está ahí para describir perfectamente nuestros sentimientos. Cada canción que nos marca se vuelve parte del soundtrack de nuestra vida y en gran parte define lo que somos.
A veces no sabemos qué decirnos, pero no importa. No necesitamos palabras y no hay necesidad de llenar esos silencios que disfrutamos, porque en realidad nunca son incómodos. Podemos guardar nuestras palabras y la música nos conecta como nada más en el mundo lo podría hacer.
Nosotros escuchamos esta música porque encontramos en ella genuinas emociones y realmente nos mueve. Pero sobre todo porque nos hace bailar.
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